Una mirada de madre

Una mirada de madre

Ser madre no es cualquier cosa, es un regalo que llega y trasforma la vida de toda mujer.
Cuando descubres que en tu vientre se está gestando una vida, llega la chispa de amor y se enciende la llama, es la primera bendición de muchas que vas a comenzar a experimentar. Cada respiro, cada día, cada paso, será decisivo para la vida de tu hijo; se unirán de tal manera que tu respirar será su respirar y su corazón vibrará junto al tuyo.

Nueve meses permanece en tu vientre, día y noche se alimenta uno del otro, él come de ti y tú de él, tú le aportas nutrientes, él te llena de esperanza, tú soportas las náuseas, él soporta tus constantes cambios de ánimo; simplemente son uno para el otro, diferentes cuerpos, un mismo corazón.
Las etapas pasan de prisa, tendrás que acostumbrarte a no pensar en individual, ahora son dos, y de pronto entiendes por qué Dios te hizo sensible, persuasiva, fuerte, entregada y apasionada, de otra manera no podrías lograr ser lo que eres: una mujer entregada, capaz de dar la vida por su hijo, si fuera necesario.

¿Y qué me dices de esas largas noches sin dormir cuando tu hijo se enferma? Todas las ocasiones que te has quitado el bocado para dárselo a él, cuando planeas unas vacaciones conforme a él y no conforme a ti. Te has puesto tenis para poder correr tras de él, porque es tan inquieto que pudiera salir rumbo a la calle. Entonces, tus piernas se volverán rapidísimas, tendrás el mejor reflejo y te hará reaccionar en un segundo, como si fueras la mejor atleta del mundo, y todo esto se llama: Magia, la magia del amor de una madre.
¡Qué diferente se vive cuando se es madre! Las tardes son cortas, los días pasan rápido, parece que el tiempo se esfuma entre sus brazos; los abrazos son bastos, las caricias eternas y la mirada se hace profunda y sincera. Ahora sobran las palabras, sólo el amor flota en el aire con ligereza, con tanta autenticidad que no hace falta explicar nada, porque todo está dicho. Un ¡te amo! sale del alma con fuerza y vigor, un soplo de vida para ambos cada vez que sus miradas se encuentran.

Cada mes de mayo se festeja y se reconoce a la mamá por su trabajo, su entrega, su sacrificio y su amor incondicional, y las que tenemos la dicha de ser madres, vivimos el festejo en doble sentido: lo que nuestros hijos nos celebran y lo que nosotros reconocemos de nuestras madres; sus caricias, su entrega, su amor, su tiempo y su vida.

El tiempo se hace corto cuando tenemos a nuestros hijos junto a nosotros, el tiempo se hace eterno cuando nuestros hijos ya se han ido.

¡Feliz día de las madres! No sólo hoy sino toda la vida. Las mamás no tenemos fecha de caducidad, se es madre por siempre y para siempre.


Adriana Ruvalcaba
Maestría en Ciencias de la familia
Fundadora de Misión Luciérnaga.